Blogia
RICARDO BROWN

Ayer le miré a los ojos al Padre Alberto. (29 de mayo/09)

Fui ayer a la rueda de prensa en la Catedral Episcopal de Miami en que el Padre Alberto Cutié anunció que ingresa a esa iglesia. Acudí allí como periodista. Cubrí el evento para Actualidad 1020, la emisora radial en Miami donde trabajo en las tardes en un programa junto a mi amiga Lourdes Ubieta. Pero en estas líneas, voy a hablar como alguien que conoce a Alberto, como un amigo suyo.

No hablé con Alberto. El se limitó a leer una declaración escrita, primero en inglés y después en español. No contestó preguntas del batallón de periodistas que había allí.

En un momento, mientras hablaba el Obispo Episcopal Leo Frade, Alberto me vio entre la multitud. Me miró a los ojos y lentamente movió la cabeza de arriba abajo. Yo hice lo mismo. Se veía tenso. Me pareció que ha aumentado de peso desde la última vez que lo vi en persona, hace ya varios meses. Yo, con mi mirada, quise decirle algo así como :”Este es un momento difícil, Alberto. Pero pasará. No estoy aquí para juzgarte. Nadie tiene derecho a hacerlo. Tu decisión en nada afecta el respeto y afecto que te tengo.”

No sé si con una mirada que dura  fracciones de segundo se puede comunicar eso. Pero escribo esto esta mañana para dejar constancia de que le tengo cariño a Alberto. Ya lo he dicho. En un momento muy difícil para mi y mis hijos, Alberto fue un amigo solidario. Yo nunca olvidaré eso.

Yo soy una de esas personas que nació con el gen de la fe. Creo. Tengo la necesidad de creer que este camino que recorremos desde que nacemos tiene un significado más allá de su comienzo y su final. Más allá del nacer y morir.  Desde muy pequeño, he leido mucho, he  meditado mucho sobre eso. Me he hecho muchas preguntas y quizá donde he encontrado lo que más se aproxima a respuestas ha sido en Kierkegaard, en Pascal, en Krishnamurti, en Bach y en John Coltrane.

No es que sea un intelectual. Todo lo contrario. Soy un tipo de preguntas simples que requiere respuestas sencillas. Y en Kierkegaard encontré que me gusta eso de que la fe es un salto al vacio, me gustó lo de la apuesta de Pascal, y me agradó, o quizá me halagó lo que dice Krishnamurti de que cada uno de nosotros tiene la capacidad de descifrar el gran misterio. Y me refugio en la música de Bach y Coltrane. Los escucho y sé que Dios habla así, con una belleza que es profunda y por serlo es sencilla.

Pero me desvío. Deliro. Y lo único que quiero decir es que la tolerancia, la comprensión, el agradecimiento, la solidaridad son columnas de la ética. Yo sentí todo eso ayer cuando le miré a los ojos a Alberto. Quizá falló como sacerdote católico. Pero eso es asunto de él  y su conciencia.  Yo, como un simple ser humano lleno de defectos y vicios, pero que siempre ha aspirado a vivir de una manera ética, que siempre ha anhelado a ser lo más justo posible, ayer sentí mucho cariño por Alberto cuando le miré a los ojos.

No sé exactamente que quiere decir ser un buen cristiano. No sé si es posible ser un buen cristiano. Yo jamás lo seré. Pero les aseguro esto. En un momento en que le hizo falta solidaridad a mis hijos, Alberto no falló.

Y yo le estoy agradecido para siempre. Y le deseo lo mejor.

 

0 comentarios