ANOCHE EN OCEAN DRIVE
Ella no pasa de 25 y es soltera, pero con mucho millaje a pesar de sus cortos años. Es alta, esbelta y tiene un gran parecido a la venezolana que acaba de ganar el certamen de Miss Universo.
Él es cuarentón. Se sembró pelo hace un tiempo atrás y no le quedó bien la siembra. Se las da de conquistador a pesar de que tiene esposa y dos hijos pequeños.
Piensan que son famosos, pero no pasan de ser conocidos entre gente del ambiente de la televisión.
Estaban en un restaurante de South Beach anoche, sentados en una mesa al aire libre. Ella vestía de rojo, con amplio despliegue de senos y bellas piernas. Él tenía puestos unos jeans de mil dólares y una camiseta azul, muy cara también, y a pesar de que eran las diez de la noche tenía puestas unas costosas gafas oscuras.
Bebían mojitos y se agarraban de las manos y se miraban a los ojos. Hablaban en voz baja. Así estuvieron un largo rato.
De pronto, ella dio un grito. El tipo de alarido que da una mujer cuando súbitamente ve un ratón o una cucaracha. Él dio un salto y tumbó la pequeña mesa. Volaron los mojitos. Ella le le dio un bofetón. El le gritó: “¡Hija de puta!” Levantó la mano derecha, pero no le pegó. Pero ella a él sí. Esta vez con el puño cerrado y un golpe directo a la mandíbula. Él cayó al piso. Ella le dio una patada y le gritó, “¡Maricón! ¡Degenerado!”
Ella salió corriendo rumbo norte por Ocean Drive. Él quedó en el piso. Murmuró, “Cabrona, me las vas a pagar.”
Los camareros lo ayudaron a levantarse del piso. Las demás personas que estaban en el lugar siguieron como si nada hubiera ocurrido. Una de ellas, un camarógrafo, se rió. Fue quien me lo contó.
No había paparazzis en el lugar. De todas maneras, no hubieran hecho mucho caso a lo que ocurrió, porque ellos no son famosos. Son solo conocidos entre gente en el ambiente de la televisión.
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