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RICARDO BROWN

DE LA GUERRA Y LA PAZ

 

Leo en la prensa que murieron ayer nueve soldados estadounidenses en Afganistán en un ataque enemigo. Es la peor pérdida de vida de militares estadounidenses en un solo día en los últimos tres años. Pienso :¿cuánta gente leerá la información?

Estas guerras en Iraq y Afganistán no son el pan nuestro de cada día de la gente. Sobre todo aquí en Miami, donde vivo. Es más a veces pienso que a mucha gente le molesta que le recuerden que esos conflictos bélicos siguen en marcha. Más importante para esa gente es como aumentó el precio de la gasolina o el galón de leche en las últimas horas o si ganó o perdió el equipo local de béisbol.

Hay una suerte de indiferencia sobre las guerras en Iraq y Afganistán. Una situación muy distinta a la que había durante la guerra de Vietnam. La gente entonces se apasionaba. Hasta se agarraba a golpes a veces. No sé si eso estaba bien. Pero al menos todos éramos parte de la guerra. Este país ha cambiado mucho.

Yo fui militar durante la época de Vietnam, pero nunca me tocó ir al frente de batalla mientras vestí el uniforme. A muchos amigos sí. Algunos murieron.Tuve suerte. Y digo siempre la verdad, nunca pensé en serio pedir ir de voluntario al frente de combate. No sé si eso me hace un cobarde. A veces siento culpabilidad cuando pienso en esos amigos que tuvieron que ir al combate.

Después, como reportero, me tocó cubrir muchas guerras, largas y breves. En El Salvador y Nicaragua. En Granada. En Panamá.  En el Golfo Pérsico. En más de una ocasión me pasaron  las balas muy cerca o estallaron explosivos no muy lejos de donde me encontraba.  Pero esto no es un alarde. Jamás se pueden comparar mis experiencias con el peligro de ser un militar que diariamente está expuesto a la metralla. Pero al menos he estado lo suficientemente cerca de una guerra para darme cuenta de lo terrible que es. Y para asquearme de toda esa gente que favorece las guerras pero que siempre se ha zafado el cuerpo cuando le ha tocado a ellos o a sus familiares la oportunidad de ir a pelear.

Recuerdo, por ejemplo, cuando trabajaba en Radio Unica, una cadena nacional de radio. Yo era el Director de Noticias. A veces, cuando emitía los noticieros, si había ocurrido algún combate daba la cifra de muertos estadounidenses en Irak y Afganistán. No hacía abiertamente ni insinuaba ningún comentario favor o en contra de esos conflictos. . Era una noticia, como es una noticia hoy que murieron nueve estadounidenses.

Pues bien, un señor ya mayor comenzó a escribirme correos electrónicos diciéndome que parecía que yo me alegraba cada vez que moría un estadounidense en combate. Yo no le contestaba porque el tipo  me parecía un imbécil. Pero un día me tocó hacer un programa con participación del público. Y el señor llamó y se identificó como la persona que me escribía todos aquellos Emails a los que yo no respondía. Me acusó de nuevo de alegrarme cada vez  que morían estadounidenses.

Yo, francamente, nunca he tenido mucha paciencia para hablar con gente estúpida. Pero, como estábamos en el aire, le expliqué al señor que cuando emitía los noticieros simplemente daba las noticias sin comentario. Y que si morían estadounidenses en un combate, esa era una noticia importante. Pero el tipo no se conformaba. Seguía acusándome de ser “anti Bush, ahi Estados Unidos.” Yo le pregunté entonces si él había estado en alguna guerra o si tenía hijos o nietos que habían estado estaban en una guerra. Me contestó que él no había estado en una guerra, pero que había tenido que salir de Cuba cuando llegó el comunismo y que sus hijos habían estado estudiando en este país durante la guerra de Vietnam y por eso no estuvieron en el ejército y su nieto estudiaba ahora y por eso no estaba en las fueras armadas. Para asegurame de que tipo de persona era este señor, le pregunté si él había estado preso en Cuba por luchar contra los comunistas o si es que había luchado y había tenido tanta suerte que no había caído preso. Me dijo que no. No me supo explicar porque es que no se alzó e armas contra los comunistas en Cuba, cuando tanta gente lo hizo, o si al menos ofreció algún tipo de resistencia no violenta. Tampoco me dio una explicación satisfactoria de porque sus hijos no fueron a Vietnam y porque su nieto no estaba en esos momentos en Iraq o Afganistán, a pesar de que, con orgullo, me dijo que ellos pensaban como él.

Yo le contesté algo así. Mire señor, usted es un pendejo. Ni usted ni ninguno de los varones de su familia han hecho un comino por defender el país donde han vivido, el de antes ni el de ahora. No tiene derecho a cuestionar el patriotismo de nadie. Usted es el que se alegra  que son otros y los hijos y nietos de otros los que aportan sangre y vida para defender lo que usted ni los suyos jamás han tenido los testículos para defender. Usted es un idiota que nunca se vestido un uniforme militar y nunca ha peleado contra un enemigo, y sus hijos y su nieto se zafaron de los conflictos bélicos de sus respectivas generaciones. Y allá ellos. Pero usted se enoja porque se de una noticia sobre bajas de nuestro lado y cuestiona el patriotismo de quien da la noticia. Usted es un miserable.

Y pienso que todo el mundo tiene derecho a una opinión a favor o en contra de las guerras en Iraq y Afganistán. Pero me molesta la gente que es muy guerrera mientras sean otros y los hijos de otros quienes peleen y mueran.

Yo lamento la muerte de estos nueve militares estadounidenses. Y pienso que si tiene que haber una guerra, se le debe pedir sacrificio a toda la población. Como ocurrió en la Segunda Guerra Mundial. El que quiera guerra, que vaya a pelearla o que la vayan a pelear los suyos y que él tenga que aportar una cuota de sacrificio, ya sea en impuestos o en trabajo civil en apoyo al conflicto. Los tipejos  -y tipejas- que la pasan pidiendo guerra lo menos que pueden hacer es donar sangre para los militares. Eso le dije al viejo cobarde que me reclamó por mencionar en las noticias las bajas estadounidenses. Entonces rectifiqué. Le dije que es mejor que ni él ni su familia donaran su sangre pusilánime e hipócrita para gente valiente que vertió la suya actuando, con razón o no, según sus principios.

 

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