El viejo camina lentamente por la acera frente a mi casa con sus dos perros salchicha. El más grande es negro y el otro es color café. El viejo tiene una frondosa y bien peinada cabellera gris y un pequeño bigote de igual color. Siempre sonríe con una dentadura que no es perfecta, pero que es suya. Su ropa no es cara, pero está límpia y bien planchada. Viste una pantalón azul y una camisa blanca de mangas cortas. Es un viejo bien cuidado, como sus perros.
Me encuentro con el viejo y nos saludamos. Le pregunto , ¿Cómo están hoy los perritos?” Y me contesta que el perro negro, el más grande cumplió 17 años, pero tiene alma de cachorro. Siempre me dice lo mismo. Pero hoy me habla del otro perro. “Toby canta, ¿sabe? Es un perro feliz. ¿No lo ha escuchado cantar?” Y se agacha y levanta al perro y pega su rostro al hocico de Toby y comienza a aullar. “¡Auuu, auuu, auuu!” Y el perro le hace coro. “¡Auu, auu, auu!” Aúllan el viejo y Toby y unos obreros de construcción en el techo de la casa del otro lado de la calle detienen su trabajo y nos miran y se ríen, pero no lo hacen en burla.
Y entonces el viejo se vuelve a agachar y coloca a Toby en la acera. Y me dice que ojalá que tenga un buen día, y se marcha con el perro negro, cuyo nombre nunca me ha dicho, y con Toby el de color café que canta.
Y yo veo irse al viejo y sus dos perros y pienso que por un momento fuimos niños él, los obreros de construcción y yo. Y le grito al viejo, “ Gracias, que tenga un buen día usted!” Y no sé si me escucha porque no me contesta.
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