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RICARDO BROWN

Yo no entiendo nada de nada. No sé un carajo. No me hagan caso. (27 de febrero/10)

 

Yo no sé porque uno escribe. Al menos no sé porque escribo yo. No sé porque escribo en este blog. Es una compulsión, quizás. Un vicio. Una mala costumbre. Una pérdida de tiempo. Una comemierdería. Un síntoma de incipiente locura.

Pero escribo. Al igual que leo. No concibo la vida sin leer. Periodicos, revistas, libros, las vallas publicitarias, los  menús en los restaurantes, lo que dice en las etiquetas en las cajas de cereales. Leo y leo. Escribo y escribo. No lo hago bien. Estoy convencido de que no asimilo bien las lecturas. No entiendo bien a Locke ni a Italo Calvino. Y escribo mal. Hilvano mal. Asesino el español. Atropello el inglés. Pero sigo. Hoy me levanté leyendo. Y ahora escribo.

Escribo este blog que por alguna razón lee mucha gente. Nunca quise que me leyeran. Es una contradicción, ¿no? ¿Para qué diablos escribo un blog si no quiero que me lean?  ¿Por qué hubo un tiempo en que hacia “postings” en Facebook de que había escrito algo en el blog si la verdad es que prefiero que no me lean? No sé. Locura mía. Quizá hasta lo vuelva a hacer. Quizás hasta me engaño y la verdad es que sí quiero que me lean.

Sé que me he buscado broncas innecesarias por lo que he escrito. No me interesan las broncas. No me interesa que me respondan. Respeto lo que piensan los demás, lo que escriben, lo que dicen. Pero, francamente, me importa un bledo lo que piensen de mi, malo o bueno. No soy orientador de opinión. No quiero serlo. No me interesó aquella bronca de una gente que me llamó para entrevistarme en la radio y reclamarme por algo que escribí. Que idiotez aquella. Un tipo arrogante y soberbio  de esos que se creen tan intelectualmente superior diciéndome que “ustedes esto y ustedes aquello.” Intolerante.

Yo no pertenezco a ninguna organización, a ningún grupo, a ninguna tribu. Yo soy yo. No soy parte de ningún “ustedes.” Y, como tengo ese vicio de leer, aunque no asimile bien las lecturas, algo que ha quedado para distinguir entre quienes piensan de verdad, quienes tienen peso,  rigor y honestidad intelectual de verdad y los pobres diablos que se la pasan buscando palabras en el diccionario y ensayan frasecitas cursis ante un espejo para luego repetirlas en público para que la gente crea que son tan inteligentes y cultos. Comemierdas. ¿Y la niñita sesohueco aquella? ¿Tan amante de la farándula? Pobre mujer. Retiro lo que acabo de escribir de ella. Lo dejo escrito, pero lo retiro. Así de desorganizado soy en lo que escribo.

Y seguiré haciéndolo. Seguiré escribiendo de esta forma espontánea, sin edición. No quiero que me lean. O quizás sí. No pongo esto en Facebook. Pero tal vez escriba algo de aquí a cinco minutos o de aquí un año y lo ponga en Facebook. Y no sabré porqué. No sé porque escribo. No sé porque me lee nadie. En este momento me importa un bledo. O tal vez sí me importa y no lo quiero admitir.

La verdad es que yo no entiendo porque leo y porque escribo. Y me pasé la mañana leyendo. Y ahora escribo esta porquería en el blog.

 

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