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RICARDO BROWN

Orlando Zapata Tamayo (27 de febrero/10)

 

Me entristece la muerte de Orlando Zapata Tamayo.

No me sorprende, pero no deja de golpearme la reacción cínica y cruel de quienes mandan en Cuba.

Tampoco me es inesperada la casi burlona  indiferencia de gente como el Presidente Luiz Inacio Lula da Silva.

Y noto el silencio sobre la muerte de Zapata Tamayo de practicamente todos los gobiernos de América Latina.

Al Presidente Lula da Silva no le quedó otro remedio que comentar. Estaba en Cuba cuando murió Zapata Tamayo. Sus comentarios son lamentables. Igualmente lamentable es el silencio de los demás jefes de gobierno que días antes habían intercambiado abrazos y palabras de afecto con Raúl Castro.

Y que bochornoso el silencio del Cardenal Jaime Ortega y Alamino.

Que pena.

Que pena por Orlando Zapata Tamayo, su madre y sus demás familiares.

Que pena por los cubanos. Todos los cubanos.

Yo pienso que Zapata Tamayo debió haber desistido de su huelga de hambre. Pienso que los disidentes  dentro y fuera de las cárceles en Cuba que acaban de iniciar una huelga de hambre la deben de abandonar. Yo no soy nadie. A mi nadie me escucha. Pero yo les diría que sus vidas son valiosas. Que no se sacrifiquen.

Por último, me da aliento la manera en que ha reaccionado España. Lo que han dicho los españoles en los periódicos, en la televisión, en el Parlamento. Incluyo a Rodríguez Zapatero. Otros lo critican. Yo, personalmente, en este momento, como cubano, como ser humano, le agradezco lo que dijo sobre la muerte de Zapata Tamayo.

 

 

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