Crónica del servicio episcopal religioso del Padre Alberto (1 de junio/09)
Pues les cuento como fue.
Llegué a la Iglesia de la Resurrección a las 9 y 15 de la mañana. Se suponía que el servicio religioso comenzaría a las 10:00. La iglesia está en un vecindario residencial muy tranquilo. Pero esta mañana la cuadra en que se encuentra la parroquia estaba llena de patrullas de la policía, camiones de transmición de señales de los canales de televisión y muchos carros que estaban llegando. Varios policías de Biscayne Park dirigían el tráfico y le indicaban a las personas que llegaban donde tenían que estacionarse. Me estacioné en un lote frente a la iglesia, cruzando la calle. Ya se llenaban los espacios a la hora que llegué.
Varios camarógrafos de canales de televisión estaban en fila, uno al lado del otro, con sus cámaras sobre los trípodes apuntando hacia la entrada principal de la iglesia, que es un edificio pequeño de un solo piso. Al entrar, vi que ya había bastante gente sentada en los bancos. Se iba llenando el lugar. Me senté en un banco en la quinta fila, contando desde el altar, en la parte izquierda. Me senté en el primer asiento, pegado a la pared. Siempre me siento ahí cuando voy a una iglesia.
Me puse a mirar alrededor. Creo que esta es la primera vez que voy a una iglesia Episcopal en Estados Unidos. Estuve varias veces en iglesias anglicanas en Londres y una vez en Jamaica, cubriendo noticias, pero eso fue hace muchos años. La verdad es que no me acordaba mucho de cómo es la decoración de las casas de culto de esta denominación.
La Iglesia de la Resurrección es pequeña. El altar se parece a los altares de las iglesias católicas romanas, pero es más sencillo. Hay un Cristo en la Cruz de madera sobre el altar, pero vestido con una bata y no está crucificado. Está vestido con una bata y más bien flota sobre la cruz con los brazos en alto. No tiene las manos ni los pies clavados.
Hay solo un gran vitral de colores sobre la puerta trasera principal de la iglesia. Las ventanas de las paredes laterales son de persianas. No hay fuentes de agua bendita, o al menos no las vi. En las paredes hay pequeñas representaciones de madera de las Estaciones de la Cruz. No hay imágenes de santos. La impresión de esta iglesia es bastante austera.
La gente venía llegando. Era una multitud bastante mixta. Muchos latinos. Cubanos e hispanos de otras nacionalidades. También había gente estadounidense, anglos les diríamos, y unos cuantos afro americanos y otras personas de la raza negra que, estoy seguro, por su acento, son oriundas de islas caribeñas anglo-parlantes. Había gentes de todas las edades. Pero yo diría que la mayoría de las personas eran de más de cuarenta años. Algunos vinieron solos, muchos en pareja, y otros en grupos familiares que incluían niños pequeños.
En general, la gente estaba bien vestida, para lo que es Miami. Al menos no había personas en shorts, camisetas o jeans ripiados Algunos hombres vestían saco, pero con la camisa abierta. Vi a uno solo con corbata. No vi a ninguna mujer con velo. Las únicas mujeres que vi con sombrero fueron unas señoras negras.
La gente se comportaba muy bien. No hablaba en voz alta, tenía apagados sus teléfonos celulares, controlaba a los niños pequeños. Yo señalo esto porque a veces me he sentido muy mal cuando voy a una iglesia y me encuentro con gente gritona, mal vestida y mal educada. Esta era gente bastante respetuosa, aunque me molestó una señora latina, no cubana, que, arrastrando a un niño de unos siete años bastante antipático, me pasó por delante para sentarse en la parte del interior del banco en que yo estaba, sin pedir permiso. Les cuento que a mi me indigna la mala educación. Por eso entro en todos estos detalles sobre como estaba vestida y sobre como se comportó la gente. Tengo que decir que, dentro de la iglesia esa señora fue la única persona sin modales que vi. Ah, no. Se me olvidaba. Vi también a otra señora masticando chicle. Me parece algo muy vulgar, eso de masticar chicle en una iglesia. Pero, por supuesto, resistí la tentación de regañar a estas personas. Siempre me molestan estas cosas, pero yo no soy nadie para estar llamándole la atención en público a los chusmas, y mucho menos en una iglesia. No sería muy cristiano, ¿no? Hay que perdonar estas cosas, aunque yo no sé si de veras las perdono ya que las estoy contando aquí. Pero, bueno. Sigo con la crónica.
En los bancos había ejemplares del “Book of Common Prayers,” que tengo entendido que es algo así como el “owner’s manual,” el manual de instrucción de los anglicanos. Le eché un vistazo a uno de los ejemplares. Me pareció muy bien escrito. Cosas muy bonitas, muy elegantes por su sencillez.
Vi a mucha gente conocida en la iglesia. No voy a mencionar todos sus nombres. Me encontré con una amiga de mis primeros años en la escuela en Miami. Me dijo que es episcopal. Me sorprendió. Conversé con mi amiga Lourdes del Río, periodista de Univisión que estaba allí para reportar el evento. Y, créanme, fue un evento, un “real happening.” Se ve bien Loudes. Me dijo que lee este blog. Hola, Lourdes. Conversé también con Guillermo Descalzi y su esposa Rosita. Me dice Guillermo que próximamente sale a la venta un nuevo libro suyo que se llama “El Jamón,” y que trata de filosofía. También saldrá una nueva edición ampliada de su primer libro, “El Príncipe de los Mendigos,” que narra aquellos terribles días en que fue un “homeles” en las calles de Washington, DC. De lejos vi a Teresa Rodríguez, de Univisión. No me vió. Hace años que no hablo con Teresa. Ella se sentó en los bancos de la parte delantera de la iglesia, que estaban reservados para la familia del Padre Alberto y su novia y los amigos de ambos. Me imagino que Teresa es muy amiga de Alberto que le dio a ella y a Maggie Rodríguez, de Cbs, las únicas entrevistas exclusivas que ha concedido hasta ahora.
A Ruhama Buni Canellis, la novia de Alberto, la vi de lejos. La gente le tomaba fotos. Yo le tomé algunas, pero no salieron bien. Se veía tranquila. La rodeaban personas de su familia. Estaba allí su hijo, que es muy alto y parece mayor de los quince años que tiene.
Vi a las dos hermanas de Alberto y a su cuñado que está casado con la hermana menor. Lo conozco desde que era niño. Se crió en la casa del al lado de donde yo viví hace años. Estaban allí los dos sobrinitos de Alberto, un niñito y una niñita a quienes quiere mucho. La mamá de Alberto no estuvo. Me enteré que ella acepta su decisión, pero que prefirió no ir al servicio religioso para evitar todo el lío de la gente y la prensa. No voy a hablar más de eso, porque son cosas de la familia Cutié, que es una gente muy respetable, querida y buena.
El servicio religioso (no sé si se le dice misa, y no voy a ponerme a buscar en Google ahora) comenzó a las 10 y 20. Hubo una procesión desde la puerta de la iglesia al altar, encabezada por el Obispo Episcopal Leo Frade. Había varias personas vestidas con batas clericales, tanto hombres como mujeres. Yo no sé quien eran quien, pero tengo entendido que unos eran sacerdotes y otros diáconos. Alberto vestía una bata, o sotana, blanca. El Obispo Frade tenía un vestuario muy similar al del alto clero Católico Romano.
La iglesia estaba repleta. Todos los bancos estaban llenos. Había mucha gente de pie. Otros estaban sentados en sillas de madera junto a las paredes. Yo calculo que había al menos 400 personas, quizá 500. Había, incluso, gente fuera de la iglesia, frente a la puerta.
Dentro de la iglesia había una sola cámara de televisión. Aparentemente, el camarógrafo, un americano de un canal anglo, fue el designado para hacer el “pool.” Luego distribuiría copias de las imágenes a los demás canales, cuyos camarógrafos permanecieron fuera de la iglesia.
El servicio religioso duró más de una hora y media. Alberto aún no es sacerdote de la Iglesia Episcopal. Me dicen que el proceso para que se convierto en sacerdote episcopal dura más o menos un año. Pero pronunció la homiliía. Habló en inglés, con perfecto dominio de la palabra, aunque con un ligero acento hispano. No voy a hacer un recuento aquí de todo lo que dijo. Pero si les digo que tuvo palabras cariñosas para el Obispo Frade. Y dijo que la Iglesia es “comunidad, perdón y aceptación.” Las personas en la iglesia aplaudieron a Alberto tres veces. Ovaciones en que todos los presentes se pusieron de pie.
El rito episcopal es parecido al católico romano, pero más sencillo. Al menos, así me pareció a mi. Pero tampoco voy a entrar en detalles. Esas son cosas complicadas. En el momento de la Comunión, me sorprendió la cantidad de gente que fue al altar. Casi toda la iglesia. Yo me quedé sentado en el banco. Tengo mucho respeto por todas las religiones. Pero sigo siendo católico romano.
Cuando concluyó el servicio, hubo otra procesión hacia fuera de la iglesia. Allí estaban todos los camarógrafos de la prensa escrita y la televisión. Estaban allí también muchos paparazzi. (Se escribe así en plural, sin “ese”) Todos tenían sus cámaras apuntadas a Alberto, que no contestó ninguna de las preguntas que le hacían los reporteros.
Algunas personas que habían estado en el servicio eran entrevistadas. Casi todas, por lo que pude escuchar, se expresaban de una forma correcta. La mayoría apoyaba a Alberto. Otras lo criticaban, pero de una forma respetuosa. Me impresionó eso. Ya se los dije. Me horroriza la vulgaridad que a veces se ve en Miami. Y me satisfizo mucho el comportamiento de casi toda aquella gente.
Lamentablemente, siempre hay alguien que da la nota. Y había una señora muy gritona que buscaba que todos los reporteros la entrevistaran. Ella apoyaba a Alberto, hablaba (o daba alaridos) de lo que llamaba la “hipocresía” de la Iglesia Católica. Tenía una voz muy estridente y gesticulaba de una forma grosera. No sé porqué, pero intuyo que esa señora en algún momento fue parte de un Comité de Barrio Comunista en Cuba y que era participante de esas turbas de chusmas que hostigan a los disidentes con “mítines de repudio.” Hay gente que gritaba "¡ paredón!" en Cuba y luego vino a Estados Unidos u continúa aquí con el mismo repugnante comportamiento. Con el rostro enrojecido y en una mueca de odio, los ojos desorbitados, agitando los brazos y dando saltos, esta mujer primitiva daba gritos con un sonido gutural que se parecía a los alaridos de los mandriles cuando atacan en manada. No entendí bien, pero creo que estaba muy enojada con los paparazzi y vociferaba algo así como “¡Esos h’s de p’s quieren hacer dinero con el Padre Alberto!”
Yo pensé que tal vez la señora estaba poseída por un demonio, porque tenía la voz de la niña de la película El Exorcista. Creí que en un momento comenzaría a darle vueltas la cabeza y que lanzaría vómito verde como la pobre niña poseída de la película. Me aparté rápidamente de donde estaba y pensé que quizá alguno de los sacerdotes episcopales le haría un exorcismo allí mismo, si es que hacen exorcismos en esa denominación.
Pero bueno, exagero. Ya les dije que no aguanto la chusmería. Pienso que una de las peores cosas que hizo esa tragedia que se llama la Revolución Cubana es que dio jerarquía a la chusmería. Lamentablemente, aunque la inmensa mayoría de los cubanos y demás latinos de Miami somos personas decentes, siempre se cuela algún chusma entre nosotros.
Por cierto que, aunque no lo considero como un acto de chusmería, no me gustó el corito ese en que participó alguna de la gente ante las cámaras de “¡Que se case! ¡Que se case!” El momento no era para estar coreando lemas, como si aquello fuera un partido de fútbol.
Les cuento que saqué algunas fotos. Pero, por alguna razón, tengo problemas en subirlas a Facebook. Cuando pueda, lo haré.
Fue una experiencia interesante la de hoy. Yo fui a la Iglesia de la Resurrección en apoyo a Alberto. Se lo debía a un amigo que ha sido bueno conmigo. Yo no soy nadie para juzgar a Alberto ni a su novia. Creo que la amistad, el agradecimiento, la solidaridad son columnas de la ética con que siempre he tratado de vivir. Sigo siendo católico romano. Me crié, me eduqué, me bautizaron y confirmaron en esa fe. Soy un mal católico y un mal cristiano. Pero, lo digo siempre. A pesar de sus defectos, de sus errores, estoy convencido de que es mucho el bien que ha hecho la Iglesia Católica en sus dos milenios de historia. Y adoro la estética, la elegancia de la Iglesia.
No soy quien para discutir el celibato. No soy quien, ni me interesa, discutir mucho sobre si Alberto falló como cura. Soy un tipo sencillo. Simplista , si quieren. Me sentí con la obligación de apoyar a un amigo bajo presión. No sé si lo hice, al hacer acto de presencia en el servicio religioso. Pero me alegro que fui.
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