El político y el médico---3 de febrero/13
Es grave lo que publica la prensa sobre el senador Bob Menéndez y el médico Salomón Melgen.
Tiene que aclararse todo este sórdido asunto.
Es alarmante que se diga que un influyente político hispano y un prestigioso médico, también hispano, cuyas historias personifican el gran sueño de los inmigrantes, no eran lo que aparentaban ser.
Hombres decentes que, mediante el estudio, el trabajo, el talento y la conducta honesta habían alcanzado metas a las que aspiran todos quienes comienzan la vida desde abajo:
Fama, fortuna, prestigio, poder.
Uno de ellos, el senador, nacido de humildes padres inmigrantes.
El otro, el médico, un inmigrante que triunfó en su difícil y honorable profesión.
Que pena -quizás que injusticia, habrá que esperar- que ahora se cuestione su apego a la ley y la moral.
Por ahora, tienen que ser considerados inocentes.
No han sido juzgados y declarados culpables en un tribunal de justicia.
Pero la opinión pública también viene siendo un tribunal de justicia, cuyos veredictos a veces son más severos que los de las cortes.
Tienen derecho el senador y el oftalmólogo a defenderse en las cortes, si es que tienen que enfrentar cargos.
En cuanto al otro tribunal, el de la opinión pública, la defensa pasa a ser una obligación y una necesidad.
No pueden dejar la impresión de que incurrieron en la conducta degradante que se se les atribuye.
Tanto el político como el galeno niegan que violaron leyes.
Sostienen que son blanco de enemigos que quieren destruir sus reputaciones.
Si es así, ojalá puedan aportar pruebas sobre quienes están detrás de esa supuesta campaña de desprestigio.
Y que se establezcan las razones por las cuales habría intereses oscuros con e siniestro propósito de acabar con la imagen positiva y la influencia de dos conocidos hispanos de Estados Unidos quienes hasta ahora eran vistos como ejemplos de éxito bien logrado."Role models," se les dice en inglés.
Para bien o mal, en el severo -y a veces hasta cruel e injusto- tribunal de la opinión pública el peso de la prueba no cae en quien acusa sino en quien es acusado.
Yo personalmente me mantengo con la mente abierta.
Pero como uno de más de 40 millones de hispanos en este país, mi deseo es que ojalá que nada de esto sea verdad.
Me preocupa mucho, sobre todo, lo que se alega sobre prostitutas menores de edad.
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