Vientos de Cuaresma. 8:10 AM, martes 21 de febrero/12
Me comenta alguien:
“¿Qué te pasó? Te la has pasado escribiendo en el blog en estos días. ¿Qué te ha dado?”
Respondo:
Yo tengo dos hábitos, quizás son obsesiones, desde muy niño. Leo y escribo constantemente. Leo para satisfacer mi curiosidad intelectual, para nutrir el espíritu. Escribo como desahogo y como una forma de organizar el pensamiento. Ando siempre con algo de leer y algo con que escribir. Un libro, una revista, un periódico. Un bolígrafo, una libreta.
Leer y escribir son para mi formas de ejercicio para el cerebro y el espíritu. Mi biblioteca y la mesa donde escribo son una suerte de gimnasio mental y espiritual. Y más allá de lo que puedo leer en casa, la lectura y la escritura son hábitos (¿obsesiones?) portátiles. Uno puede leer y escribir en un avión, en la sala de espera de un médico, en mil situaciones y lugares.
Lo que leo es importante. Lo que escribo, no. Lo que leo va hacia mi mundo interior. Lo que escribo -más allá de lo que tengo que hacer debido a mi oficio- siempre iba a la gaveta o al recipiente de basura. Hasta que surgieron los blogs.
Ahora a veces escribo en un blog. No es profundo lo que escribo, porque no soy un tipo profundo. Pero es sincero e irreverente, porque así soy yo. Conmigo mismo y con el mundo.
Pero, ¿por qué he escrito tanto en estos días?
Es por que se acerca la Cuaresma. No soy especialmente religioso. Pero algo espiritual me marca. Sobre todo en este tiempo del año. Se aproxima la Cuaresma y me hundo más en la lectura, en la reflexión, en la obsesión de escribir. Y, curiosamente, ahora me ha dado por compartir mucho de lo que escribo. No sé si es bueno o malo hacerlo. Pero no hay pretensión. Y no es de gran importancia.
Es algo misterioso. Quizás tenga que ver con lo que aprendí de muy niño en la escuela La Salle, que es lo único útil y valioso que aprendí en todas las aulas donde pasé -o desperdicié- tantos años de mi vida.
Por cierto, cuando llega la Cuaresma (y mañana es miércoles de cenizas) soy dado al silencio. O al menos al mayor silencio posible. Después de todo, me gano la vida con el sudor de la lengúa.
Pero quizás ponga a descansar el blog mañana. Por cuarenta días. No sé.
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