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RICARDO BROWN

VACLAV HAVEL (Domingo 18 de diciembre/11)

Hubo un tiempo en que yo vivía en un avión. El mundo era mi casa. A veces despertaba en Buenos Aires, otras en Madrid o Bogotá.

Una vez pasé varios días en Praga, la ciudad más bella que he conocido. Fui testigo del colapso de la dictadura estalinista que desgobernaba lo que era entonces Checoeslovaquia. Fueron días de gloria, que me convencieron que es posible que los pueblos son capaces de romper las cadenas de la opresión.

Allí, en Praga, conocí a Vaclav Havel, en el Teatro La Linterna Mágica, que era la sede del Foro Cívico, el movimiento que agrupaba a los disidentes. Era gentil, Havel. Así lo recuerdo. Suave en el hablar, simpático, pero con un aire de firmeza en sus principios e ideales. Un guerrero feroz e inclaudicable, pero con una sonrisa en la mirada y un discurso sin estridencias.

Acaba de morir Havel a los 75 años. Me vienen a la mente muchos recuerdos de aquellos días en Praga. Los estudiantes de la Universidad Carolina. Aquellas muchachas jóvenes y rubias que sonreían mucho y parecían diosas. Los muchachos enfebrecidos de libertad y cambio. Las multitudes en la Plaza de San Wenceslao. El majestuoso Castillo de Praga, levantado sobre aquel río, como un gigante que surgía entre la espesa neblina, al igual que irrumpía la libertad, como un niño que nace cuando rompe el alba. 

Recuerdo muchas cosas de la Praga de aquellos días. Pero hoy, sobre todo, recuerdo a Havel. Le di la mano. Hoy, que se ha ido, le doy las gracias. Le digo que lo admiré. Como hombre de estado, como hombre de letras, simplemente  como el hombre que fue. Hizo una diferencia

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