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RICARDO BROWN

Me duele Honduras (15 de julio/09)

 

Hay una crisis de ideas y de liderazgo en América Latina. Las cúpulas de poder no están a la altura de la gente de a pie. Honduras es un buen ejemplo de esto.

Esta mañana leo dos noticias que ilustran esta realidad. Manuel Zelaya, desde Guatemala, convoca a los hondureños a una insurrección. Y en Tegucigalpa, renuncia el designado ministro de gobernación, Enrique Ortez, que ya había dimitido como canciller, después de haber hecho unas declaraciones racistas sobre el Presidente Barack Obama.

Yo conozco bastante bien a Honduras. Durante los años  ochenta,  a veces me pasaba semanas en ese país. Me caía muy bien la gente con quien tenía contacto. Los taxistas, los empleados de los hoteles, los campesinos, los estudiantes, los profesores, los pintores,  los musicos, los  escritores, los colegas periodistas, los médicos, abogados y otros profesionales que pude conocer. Era gente trabajadora honesta, decente en su vida personal y  con rigor en lo que hacían para ganarse la vida.

Recuerdo muy bien sobre todo a la familia del pintor José Antonio Velásquez, un genio autodidacta que creo toda una escuela hondureña de pintura de pueblo. No conocí personalmente a José Antonio, que murió poco antes de que yo visitara Honduras por primera vez. Pero conocí bastante bien a su viuda y sus hijos y nietos  algunos de los cuales siguieron a su padre en el mundo del arte, aunque no con el mismo talento.

Para mi, lo más representativo de Honduras es el arte de José Antonio Velásquez. De una belleza sencilla y tierna. José Antonio veía a Honduras y al mundo desde la óptica del hombre brillante y valiente que no tiene necesidad de luchar por la fama ni adquirir fortuna ni hacer alarde de su talento y sus virtudes. Era un humilde barbero que trabajaba duro para mantener a su enorme prole y que, en sus horas libres hacía magia con sus pinceles, pinturas y lienzos.

Yo me enamoré de Honduras por muchas razones. Uno se enamora, o al menos yo me enamoro, de una mujer, o de una ciudad, o un país, por muchas razones. Pero una de las cosas que más me cautivaron de Honduras fue el arte de José Antonio y de quienes siguieron sus pasos. José Antonio fue un extraordinario artista, sin ninguna otra pretensión que no fuera plasmar en sus lienzos el amor que sentía por su país y su gente.  Era un extraordinario artista. Y era un hombre gentil, buen esposo, buen padre, buen hondureño. Era honesto y consecuente en su actuación, en su forma de vivir,  con lo que pensaba y sentía.

Que distintos son algunos de estos protagonistas de esta amalgama de tragedia barata y sainete que estamos viendo en Honduras.

Miren a Zelaya. Un oligarca de una familia asesina de curas y campesinos que se disfraza ahora de defensor de los pobres. Un payaso que siendo presidente se dejó montar en un avión en piyamas y ser expulsado del país. Un cobarde que alardeó que regresaría a Tegucigalpa sabiendo muy bien que no dejarían aterrizar el avión, pero que instigó a sus seguidores a que se enfrentaran a los soldados. Zelaya comparte la culpa de la muerte de ese pobre muchacho de 19 años que murió de un balazo en las cercanías de Toncontín. Desde lo alto, como un buitre, veía como corría la sangre. Y ahora habla de convocar a una insurrección. No tiene la moral ni la dignidad ni mucho menos los testículos para convocar a su pueblo a una guerra.

Y del otro lado de este conflicto, el anciano racista Enrique Ortez. Con su verborrea histérica e incoherente y sus epítetos vulgares. Uno puede estar en desacuerdo con el Presidente Obama. Pero decirle “negrito que no sabe donde está Tegucigalpa” como le dijo Ortez es una bajeza que refleja la podredumbre moral y ética de mucha de esta gentuza que llega a mandar en América Latina, tanto los izquierdistas como los derechistas. El mundo civilizado, la gente decente e ilustrada,  ya superó los estereotipos racistas y no tolera actitudes ni formas de expresión como las de Ortez. En todo caso, el Presidente Obama podrá tener ideas que uno no comparta. Pero se comporta como un caballero y respeta la majestad del cargo que ostenta , que es algo que no hizo  el Sr. Ortez como persona y como canciller de su país. Y, como graduado de Columbia y Harvard, Obama  probablemente tiene muchísima más cultura y educación que el Sr. Ortez, con sus malos modales e intolerancia.

Afortunadamente, Ortez renunció. Lamentablemente, Zelaya sigue dando de que hablar.

Yo no sé que pasará en Honduras. Pero pienso que un país en que nació un gran hombre como José Antonio Velásquez no se merece a gente como Zelaya y Ortez y otros sinvergüenzas que están en posiciones prominentes de un lado y otro de este conflicto que vive Honduras.

Para mi, los hondureños son como José Antonio.

Y los Zelaya y Ortez son las tristes excepciones.

 

 

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