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RICARDO BROWN

Ataque de nostalgia incomprensible. 7:45PM, lunes 20 de febrero/12

Hoy, no sé porque, pensaba en Londres. En todas las  veces que he estado allí. En el poco tiempo que viví en el barrio Camden, en un apartamento cuyo previo inquilino había sido el escritor y director de cine irlandés, Neil Jordan. Me acuerdo de la dirección. 10 Albert Street, segundo piso. 

Pensaba en todas aquellos sábados en que me recorría el British Museum de punta a cabo. En el National Gallery, donde colgaban un maravilloso “Girasoles” de Van Gogh que alguien habiá prestado y que luego fue vendido a un multimillonario japonés. En el Tate Gallery y en todas aquellas obras de teatro que vi en el West End. En el Westminster Abbey y el Poets’ Corner. Y en los pubs, donde aprendí a tomar cerveza a “room temperature” en el verano.

Inglaterra es única. Hay quienes la odian por su historia. Pero yo no puedo. Primero por que lllevo lo de inglés en la sangre.  Algo que me sale a flor de piel cada vez que voy a Londres. Es verdad que, como todos los pueblos grandes, los ingleses han cometido su buena cuota de hijeputadas. Pero, caramba, que chévere es estar en Piccadilly Circus en una noche de sábado. Que bien me he sentido caminando bajo la lluvia junto al Támesis. Concho, me he sentido como si fuera el mismo Dickens.

No sé porque he estado pensando en Londres hoy. Tengo que regresar.


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