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RICARDO BROWN

Recuerdo a Ted Kennedy. Que en paz descanse. 26 de agosto/09

 

Murió el Senador Ted Kennedy. Tuvo una larga vida. 77 años. Tuvo una larga carrera como Senador Federal. Hizo cosas buenas y malas como persona y como político. Las malas son conocidas. Pero este no es el momento de hablar de ellas.

Varias veces vi a Ted Kennedy en persona. Una de ellas fue en Hyannis, en Cape Cod, cerca del complejo de casas de verano de la familia Kennedy. Estaba yo con una mujer preciosa y joven y llena de vida y me sentía dichoso de tenerla a mi lado.  Caminábamos por una calle y de repente Ted Kennedy nos pasó por el lado, manejando un jeep. Aquella muchacha se emocionó. Dio un grito. Kennedy la escuchó y nos sonrió y nos saludó con la mano. Como vuela el tiempo. En aquel momento Kennedy era un hombre en sus cuarentas, aún vigoroso y, según la muchacha que estaba conmigo, bien parecido.

Otra vez vi a Kennedy en su casa en McLean, Virginia. Celebraban allí una fiesta de cumpleaños de Doña Felisa Rincón de Gautier, una legendaria ex alcaldesa de San Juan, Puerto Rico. Aunque era en su propia casa, Kennedy llegó tarde a la fiesta. Estaba tomado. Al hacer el brindis en honor a Doña Felisa, repetidamente se refirió a ella como “Don Luis.” Me dio mucha pena aquello.

La última vez que vi a Ted Kennedy fue en Washington. Me invitaron a moderar un foro con varios senadores sobre temas hispanos en el Capitolio. Cuando introduje a Kennedy, fui generoso. Hablé de su larga carrera como legislador. Por alguna razón, se emocionó. Me dio un abrazo. Luego, al terminar la actividad, de nuevo me dio un abrazo. Uno de sus ayudantes me dijo, “Sr., quiero decirle que yo nunca había visto al Senador Kennedy abrazar a un periodista.” En aquel momento yo no estaba seguro si aquello era bueno o malo. Hoy, que me entero de la muerte de Kennedy, agradezco aquellos abrazos.

Yo estoy seguro que a mi me va a tocar vivir muchos años más a no ser que muera en un accidente. Mi familia, de ambos lados, es muy longeva y yo gozo de muy buena salud. He hecho algunas cosas buenas y algunas malas (aunque no terribles) en lo que ya es una vida que se hace larga. No soy un santo. Ted Kennedy tampoco lo fue. Ninguno de nosotros es un santo.

No sé porque, pero me da tristeza la muerte de Kennedy. Hay cosas que hizo como persona que no comprendo. Pero ya lo dije. Este no es el momento de hablar de ellas. Mi mamá siempre dice que no hay muerto malo ni novia fea. Hay momentos en que uno se ve obligado a guardar respetuoso silencio.

En este momento pienso, sobre todo, en aquella bella tarde de verano en Cape Cod, cuando yo era muy joven y estaba con aquella muchacha hermosa y alegre y el júbilo que ella sintio cuando vio a Ted Kennedy y la sonrisa que él nos regaló, o que le regaló a ella, verdaderamente.

Aquella muchacha murió joven.Vivió mucho menos de lo que le tocó a Ted Kennedy y de lo que de seguro me tocará a mi. No sé porque a algunos nos toca vivir mucho y poder hacer tantas cosas buenas y malas y a otros la muerte se los lleva prematuramente.

Pienso ahora que aquella muchacha, en algún lugar, grita de júbilo porque acaba de llegar Ted Kennedy, que se ve joven y vigoroso. Pienso que ese lugar se parece mucho a Cape Cod, que siempre me pareció que es un pedacito del cielo que se desprendió y cayó a la tierra.

Juro que voy a regresar a Cape Cod.

 

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