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RICARDO BROWN

La pobre odiadora con palabras robadas que resultó ser una engañadora engañada. 14 de julio/10

Leo por ahí que Vicky Peláez y los demás confesos espías rusos (bueno, ella no es rusa) están siendo interrogados en Moscú. Leo también que la Sra. Peláez mintió para primero acogerse a la amnistía migratoria puesta en vigor durante el gobierno de Reagan en los ochenta y que también mintió para obtener su ciudadanía estadounidense.

Caramba, esta señora se ha pasado la vida mintiendo y haciendo trampas. Claro que no se puede esperar otra cosa de una espía, ¿no?

Y como periodista, obviamente era fabricante de fábulas. Por lo que veo, la Sra, Peláez montó aquel secuestro por la MRTA en Perú cuando trabajaba para Frecuencia Latina. La echaron del trabajo entonces. Plagiaba artículos que sacaba de la Internet y luego los publicaba bajo su firma en El Diario La Prensa. La suspendieron en una ocasión por esto, pero no la botaron.

A mi casi que me da lástima la señora. Casi, pero no tanto, porque me cuentan que en El Diario La Prensa era una déspota. Dicen que se la pasaba humillando a los cubanos que trabajaban allí. Yo no me alegro del mal de nadie. Pero tampoco derramo lágrimas porque algún sinvergúenza recoja lo que sembró.

Esta señora, cuando se fue de Perú, vino a vivir a Estados Unidos. No fue a vivir a Cuba, como han hecho algunos –muy pocos- de esos latinoamericanos simpatizantes del castrismo que se han tenido que marchar de sus países. No, la Sra. Peláez vino a vivir al Imperio. Falsificó documentos, mintió, y se acogió a la ciudadanía estadounidense. Y en este país usó la libertad de expresión para despotricar contra Estados Unidos, usando todos aquellos argumentos, ideas y artículos que le robaba a otros fanáticos de la ultra izquierda. Defendía en sus artículos a cuanto enemigo de Estados Unidos existe. Y claro que tenía derecho a ello. Para eso hay libertad de expresión en este país. Pero uno tiene que preguntarse, ¿y si odiaba tanto a este país, porque no se fue a vivir a Cuba, Venezuela , Irán o Corea del Norte? Bueno ya tenemos la respuesta. Es que la señora y su marido ruso cumplían una misión en Estados Unidos. Vinieron a joder. Vinieron a espiar. El problema es que eran espías bastante brutos e ineptos y desde hacía tiempo los tenían detectados. Y cuando llegó el momento propicio, los agarraron y los echaron del país en un intercambio con espías estadounidenses que estaban presos en Rusia.

Ahora la Sra. Peláez, según leo, está practicamente presa en Moscú. Quedó atras la casa en el suburbio de Yonkers que le compró el gobierno ruso. Quedó atras su trabajo como columnista de El Diario La Prensa en que se ganaba la vida plagiando los mamotretos de otros ultra izquierdistas odiadores de Estados Unidos. Quedaron atrás sus hijos, que no quisieron viajar a Moscú.

A mi me da mucha pena con los hijos de la Sra. Peláez. Sobre todo con el menor, que nació en Estados Unidos y tiene solo 17 años. Los hijos no tienen la culpa de las imbecilidades y las atrocidades que cometen sus padres, a no ser que sean como los hijos de, digamos, Saddam Hussein, que eran tan hijos de puta como el papá. ¿Qué va a ser de la vida de ese muchacho? Me cuentan que está muy apegado a su mamá. Me cuentan que, a pesar del veneno ideológico que tiene metido en la cabeza, la Sra. Peláez es una buena mamá. Y yo no tengo porque dudar eso. Los seres humanos somos polifacéticos. Hitler era un genocida, pero amaba a su perra.

Por otro lado, no sé mucho del hijo mayor de la Sra. Peláez, que tuvo con otro hombre, siendo ella una adolescente de 17 años,  antes de juntarse con su marido ruso. He leído que es un arquitecto desempleado de 38 años que no tiene un centavo. Obviamente no es un arquitecto muy bueno. Me da pena con él, caramba.

Yo no conozco personalmente a esta Sra. Peláez, pero a veces leí los estridentes mamotretos que plagiaba y publicaba en El Diario La Prensa. Francamente, me parecían muy mal escritos. Cuando los leía, pensaba que la Sra. Peláez era un fanática, mal agradecida de este país y que probablemente estaba medio loca. Pero no me molestaba que escribiera (ahora me entero que plagiaba) sus artículos y los publicara en El Diario La Prensa. Yo respeto la libertad de expresión. Yo repudio la censura. Yo me opongo a que le prohiban hablar o escribir a nadie. Incluso a los fanáticos como parecía ser la Sra. Peláez. A mi nunca me ha cruzado por la cabeza discutir o entrar en debate con gente fanatizada, de la izquierda o la derecha. Me parece que es una pérdida de tiempo discutir con gente bruta. Pero no creo en la censura. Allá ellos y sus ideas. Una cosa es poner bombas o matar policías. Otra cosa es hablar o escribir.

Pero ahora pienso en que, sobre todas las cosas, la Sra. Peláez es una pobre diabla. Además de ser una odiadora, mentirosa, y cizañera en su centro de trabajo, resultó ser bastante bruta. Caramba, todas las mentiras le salieron mal. Montó el secuestro aquel en Perú y la echaron del trabajo. Mintió para venir a vivir al Imperio y quedarse aquí y la estuvieron vigilando desde hace años, grabando sus conversaciones,  y acabaron echándola del país.  De veras que casi que le tengo lástima, ahora que la echaron de este país y está en Moscú, donde la interroga la gente brusca de la KGB, si es que así se sigue llamando el servicio de espionaje del Kremlin. Casi, casi le tengo lástima, pero no llego a eso aún. I’m working on it.

 

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