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RICARDO BROWN

Memorial Day. 31 de mayo/10

 

La guerra es una constante en la historia. Hay guerras inevitables. Hay guerras necesarias. Por ejemplo, la guerra contra el nazismo. Pero no por ello deja de ser terrible la guerra. Yo la detesto. Pero no tanto como detesto la hipocrecía de quienes apoyan la guerra y no están dispuestos a vestir un uniforme o que lo vistan sus hijos.

A mi me tocó vestir un uniforme durante una guerra. Afortunadamente, pasé todo el tiempo de mi servicio militar muy lejos de donde sonaba la metralla. Fueron otros jóvenes de mi época los que tuvieron que exponerse a matar o a que los mataran a ellos. No sé como me habría ido en combate. Quizás no hubiera sobrevivido físicamente. Probablemente si hubiera regresado a casa con vida, las heridas emocionales hubieran sido profundas. Francamente, sin ser valiente, por alguna razón nunca he temido a la muerte. Pero creo que siempre he tenido miedo de matar. Pienso que estoy dispuesto a morir por muchas cosas. Pero no se si estoy dispuesto a matar por ellas. Es mi mi ética personal desde que tengo uso de razón. No es producto de la religión ni la filosofía ni de nada que aprendí. Es que nací así. Quizás es una forma de cobardía. Sea como fuere, me siento orgulloso de haber vestido un uniforme en tiempos de guerra. Y me siento aliviado de no haber tenido que quitar otra vida. Soy así. Estoy lleno de contradicciones. He pasado mi vida hurgando en esas contradicciones sin poder resolverlas. No lo he logrado. Pienso que quizá ya no me queda tanto tiempo como para alcanzar coherencia a mis ideas encontradas y a mis sentimientos en conflicto. Y aunque sigo aferrado a la búsqueda de la verdad, ya no me angustio tanto como en otros tiempos por mis contradicciones. Soy como soy y me acepto. Quizá esa es una forma de acercarse a la verdad.

Sí estoy seguro de esto: Debemos honrar a los caídos en las guerras. Yo lo hago. Nunca he dejado de pensar en mis amigos que murieron en Vietnam. Nunca he dejado de pensar en quienes murieron en las muchas guerras que me tocó ver de muy cerca como periodista. Nunca he dejado de pensar en sus madres y padres, sus compañeras y compañeras de vida, en sus demás familiares y sus amigos. Pero sobre todo, nunca he dejado de pensar en sus hijos. En los que dejaron atrás cuando se fueron abruptamente de este mundo. Y en lo que quizá hubieran tenido, en los hijos que nunca nacieron.

Yo voy a trabajar hoy. Creo que siempre lo he hecho en esta fecha. Mi homenaje a los caídos, a los que conocí y a los que nunca conocí, es esto que pienso, esto que escribo. Otros se tomarán el día libre e irán a la playa o harán otra cosa para disfrutar el feriado. No los critico. Vivimos en un país que nos da esa libertad. Hubiera sido en vano el sacrificio de tantos millones que fueron a la guerra de este país  y no regresaron si no fuera así. El que quiera pasar este día bañándose en el mar o paseando en un barco o comiendo y bebiendo en un picnic, tiene derecho a hacerlo aunque ni por un segundo piense en cuantos entregaron su vida para que eso sea posible. Así es la libertad.

Pero si cuestiono la ética, la decencia, la moral de quienes aplauden las guerras y convocan a ellas sin estar dispuestos a vestir un uniforme militar ni que sean sus hijos quienes lo hagan. La política está llena de gente así. Es gente despreciable.

Hoy pienso en eso. Pienso en tanta gente buena y noble que siempre ha muerto en las guerras. Pienso también en los que apoyan las guerras siempre y cuando  otros pongan los muertos.

 

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