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RICARDO BROWN

Carmelo y Lorenzo fueron a South Beach. 7 de octubre/09

Carmelo y Lorenzo son hermanos gemelos. Tienen 50 años. Son idénticos en el físico. Miden  cinco pies ocho pulgadas. Pesan 160 libras. Son calvos con bigote negro. Usan gafas. En fin son como dos gotas. Es decir, son así por fuera. Porque por dentro son muy distintos.  Sus personalidades son como el aceite y el agua. Carmelo es optimista. Lorenzo es un gruñón.

Carmelo y Lorenzo están casados y cada uno de ellos tiene tres hijas. Son muy de su propia casa. Pero una vez al mes, un sábado, se reúnen. Hacen algo juntos, sin nadie más.

El sábado pasado Carmelo y Lorenzo decidieron que pasarían un rato en South Beach. Bueno, la verdad es que la idea fue de Carmelo.  Se citaron en la esquina de Ocean Drive y la Calle Quinta a las nueve de la mañana. Yo estuve con ellos  sin que  lo supieran. Vi todo lo que hicieron. Escuche todo lo que hablaron. Es más, les leí los pensamientos.

Carmelo llegó a la cita a las 8 y 50 de la mañana. Lorenzo arrribó a las 9 y 10.

Carmelo no se enojó con Lorenzo porque llegó tarde. En los 20 minutos que estuvo esperando, Carmelo pensó que era un día muy lindo en Miami Beach. El sol brillaba Y había una brisa suave. Pasaban hermosas mujeres por Ocean Drive y Carmelo se sentía dichoso de ver sus esculturales cuerpos. Carmelo daba gracias al diseñador que inventó las tangas. No se acordaba del nombre del tipo. Pero sabía que era un brasileño. span>

Lorenzo llegó tarde a la cita porque se perdió. Hacia un buen rato que no iba a Miami Beach. No le gustaba el ambiente en South Beach. Demasiada depravación. Por ejemplo, esas tipas con las nalgas al aire. La verdad es que eran atractivas. Pero Lorenzo pensaba que enseñar las nalgas es cosa de putas.  Acordó reunirse con su hermano en la Ocean Drive para complacerlo. Pero hubiera preferido ir a otro lugar. Pensaba Lorenzo que South Beach no es apropiado para las personas de su edad. Además sentía calor. Mucho sol.

Carmelo decidió que desayunarían en un restaurante que se llama el Bright Café en la misma Ocean Drive. A Lorenzo le pareció una pésima idea, pero no dijo nada. Además ya había desayunado. Pero no dijo nada de esto. Se sentaron en una mesa en la acera. Carmelo se sintió como si estuviera en Cannes, aunque nunca había visitado la Riviera Francesa.  Lorenzo sí había estado en la Riviera Francesa, pero en Niza, no en Cannes. Le pareció un lugar horrendo lleno de gente antipática, inmoral y drogadicta. Se sentía mal Lorenzo sentado en una mesa en la acera en el Bright Café. Le recordaba lo amargado que se sintió en Niza.

Carmelo ordenó un desayuno con huevos revueltos, salchichas, tostadas de pan, jugo de naranja y un Bloody Mary. Lorenzo ordenó un café americano con crema y azucar y un bagel de cebolla con queso crema. Pensó Lorenzo que su hermano gemelo estaba camino del alcoholismo porque ordenó el Bloody Mary. Unicamente los borrachos indecentes beben vodka con el desayuno. Pero no dijo nada, Lorenzo.

Carmelo disfrutó del desayuno. Le encantaron los huevos revueltos y las salchichas. Lo dijo en voz alta. Felicitó al camarero. Ordenó un segundo Bloody Mary. Lorenzo pensó que el café americano que le sirvieron sabía a vómito y que el Bagel estaba duro y el queso crema había sido elaborado de la leche de una vaca enferma del hígado. Pero no dijo nada.

Tres turistas francesas, cuarentonas todas, desayunaban en una mesa junto a Carmelo y Lorenzo. Una de ellas, en inglés acentuado, le preguntó a Lorenzo. ¿Ustedes son hermanos? Lorenzo no le contestó. Pero pensó para si mismo: " ¿Y tú que crees, estúpida?  ¿No ves que somos idénticos? Y además, ¿que coño te importa?” Pero no dijo nada. Quien contestó, muy risueño, fue Carmelo a quien la francesa no le había preguntado. “Sí, somos hermanos. Es más, gemelos. Pero mi hermano Lorenzo es mayor que yo porque nació media hora antes.” Las tres francesas y Carmelo rieron. Lorenzo no dijo nada, pero pensó : "Este cabrón de Carmelo siempre dice lo mismo. La misma mierda siempre. Un día de estos lo mandó al carajo.”

Carmelo entabló una conversación con las tres francesas. Les recomendó que fueran al Sea Aquarium y al Palacio de Viscaya. Lorenzo no dijo nada. Pero pensó en lo mucho que detesta al Sea Aquarium y a la decrépita ballena asesina que tienen en una suerte de piscina allí y los estúpidos saltos y acrobacias que hace para que le tiren unos cuantos pescados. Lorenzo pensó  que esa ballena no tiene dignidad. Pensó en que las ballenas asesinas deben estar sueltas en el mar y estar asesinando en vez de estar haciendo gracias para turistas estúpidos como esas tres francesas. Pensó Lorenzo en lo cursi que siempre le ha parecido el Palacio Viscaya. Mal gusto, Colores estridentes. Una jardinería alucinante. Demasiadas moscas, abejas y lagartijas. Y mosquitos insoportables. Pensó en que Carmelo era un huevón por entablar conversación con esas odiosas francesas que le recordaban lo mal que la pasó en Niza y en toda la gente depravada que habita y visita ese lugar que se le parece a South Beach, también atestada de gente indecente e inmoral. Es más, pensó Lorenzo, el mismo Carmelo se ha vuelto depravado, indecente e inmoral porque acababa de ordenar un tercer trago. Esta vez un Gin and Tonic.

Lorenzo no le habló a las francesas. Y ellas se dieron cuenta de que Lorenzo no estaba para amigos y mucho menos para amigas. No le hablaron a Lorenzo. Pero le hablaron mucho y se rieron en cantidades industriales con Carmelo. Carmelo pidió la cuenta suya y de Lorenzo y la de las francesas. Las pagó y dejó una enorme propina para el mesero. Lorenzo no dijo nada sobre la cuenta. Pero dijo que tenía que irse. Se despidió de Carmelo sin decir nada a las francesas. Carmelo se quedó con las francesas. Decidió que les enseñaría Miami, que sería su guía turístico.

Lorenzo se volvió a perder de regreso a su casa. Cuando por fin llegó a la casa, su esposa, Matilde, le preguntó como la había pasado. Lorenzo dijo que Niza era un prostíbulo lleno de marihuaneros y que South Beach era un pozo séptico. Matilde no entendió bien. Ella había disfrutado mucho del viaje a Europa, cuando estuvieron en Niza. No se acordaba de que hubiera tantas putas ni marihuaneros en Niza. Y la verdad es que hacia tiempo que no iba a Miami Beach. Pero siempre le había gustado. Y de todas, maneras, ¿a que venía la diatriba sobre Niza si Lorenzo llegaba de South Beach?"  Pero Matilde no le dijo nada de esto a Lorenzo.

Carmelo y las francesas no llegaron a hacer  el recorrido  turístico de Miami. Se quedaron en el Bright Café, bebiendo hasta la una de la tarde. Agarraron una borrachera feroz. Pidieron un taxi y se fueron al Fountainbleau, donde las francesas habían alquilado un suite. Todo esto pasó el pasado sábado.

Hoy es miércoles. Lorenzo y Carmelo no se han vuelto a hablar. Lorenzo, que es dueño de un negocio de exportaciones, está trabajando en este momento en que escribo. Carmelo se fue para París el lunes con las francesas sin despedirse de su familia ni de los empleados de su mueblería en Kendall. Está viviendo con una de las francesas , Nicole, la que quiso entablar conversación con Lorenzo.

Carmelo y Lorenzo son idénticos en el físico. Pero son muy distintos en sus caracteres.

Yo fui testigo de todo lo que ocurrió en estos últimos días. Hasta pude leerles los pensamientos a Carmelo y Lorenzo. Estoy convencido de que ya no van a volver a reunirse una vez al mes.

 

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