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RICARDO BROWN

EL PADRE ALBERTO (6 de mayo 09)

 

Tengo razones muy personales para estar agradecido del Padre Alberto. Ha sido muy amigo, y amigo de mis hijos, en momentos difíciles. Ahora es a Alberto a quien le toca atravesar un momento difícil. Escribo sin haber hablado con él desde que estalló el escándalo de sus fotos con una mujer en la playa. No sé cuando volveré a conversar con Alberto. Pero quisiera que sepa que más allá de ser incapaz de juzgarlo, lo quiero, lo admiro y, -lo reitero-, le estaré agradecido eternamente  por la manera bondadosa que siempre se ha comportado conmigo y con mucha gente que yo quiero.

Yo nací en una familia Católica Romana. Me bautizaron, hice la primera comunión y fui confirmado. Mis hijos nacieron de un matrimonio por la Iglesia. Tengo un profundo amor y respeto  por la Iglesia. Pienso que ha hecho mucho más bien que el mal que se le atribuye. Ha vacunado y educado más niños y jóvenes, ha curado más enfermos, ha cuidado más ancianos que cualquier otra institución en estos últimos dos mil años.

Por otra parte, amo la estética católica. Los vitrales, el altar, las figuras religiosas, el incienso, la elegancia y la majestuosidad del rito, la belleza de su lenguaje y de su música sacra.  Aunque tengo mucho de rebeldía en mi sangre y carácter, amo la tradición y el simbolismo de la Iglesia. Lo más conmovedor, lo mejor escrito y más profundo por su sencillez, lo más cristalinamente poético que he leido en toda mi vida es el Sermón de la Montaña de Jesús.

Admiro a los grandes intelectuales de la Iglesia.. He leído mucho a San Agustín y  Santo Tomás de Aquino. Thomas Merton es uno de mis ídolos, como escritor y filósofo. La Montaña de Siete Pisos es uno de mis libros de cabecera,

Creo. Tengo una fe sencilla y no tengo reparo en decirlo. Me siento cercano  a San Francisco de Asís, San Judas Tadeo, San Martín de Porres y San Antonio de Padua. Amo a la Virgen de la Caridad del Cobre y la Virgen de Guadalupe. Y, aunque no haya pruebas históricas de que existió, rezo a Santa Bárbara y duermo junto a una figura de la santa de los rayos  que perteneció a una de mis bisabuelas.

Adoro la misa católica. Desde niño, siempre me ha parecido un bello espectáculo, aunque pasa domingo tras domingo y no voy a misa. No cumplo. No he sido un buen católico. No soy un buen cristiano. Trato de vivir de una manera ética, de ser lo más justo, generoso de espíritu y honesto posible. Pero soy muy imperfecto. Me dejo llevar mucho por la soberbia. Soy débil ante muchas tentaciones. Peco mucho de acción y pensamiento.

Por lo tanto, no me considero con la moral para juzgar a Alberto por lo que hizo ni tampoco a la Iglesia por las medidas que ha tomado contra él. Alberto envío una carta a sus amigos pidiendo perdón por sus acciones. Yo considero que no tengo nada que perdonarle. No cometió ofensa contra mi. Yo solo lo veo como un amigo a quien quiero. Tal vez haya faltado como sacerdote. No sé. Deber ser muy difícil eso de ser célibe. Pero yo veo a Alberto como un cristiano ejemplar, bondadoso y solidario.

Yo soy demasiado simplista para siquiera comenzar a pensar o discutir teología o dogma. Mi fe es sencilla. Veo a Dios como un amigo. Pienso que la amistad, el cariño, la gratitud, la solidaridad, la comprensión son parte de la espiritualidad, de la esencia ética de la creencia religiosa.

Yo me siento amigo de la Iglesia y me siento amigo de Alberto. La Iglesia es imperfecta. La Iglesia ha cometido errores. Ahí está la Inquisición. Ahí está la persecución de Galileo. Ahí está el criminal encubrimiento de curas que han abusado de niños. Ahí está la Iglesia del silencio en mi país, Cuba, una Iglesia que no denuncia las injusticias y violaciones de derechos humanos que comete la dictadura castrista y que vira sus espaldas a los disidentes y los presos de conciencia.  Pero, para mi, eso no define a la Iglesia. La define todo el bien que ha hecho. La sigo respetando.

Yo no sé porque he escrito todo esto. En el Sermón de la Montaña, Jesús dice que debemos orar a solas, que no debemos hacer alarde de nuestra fe. Y aquí yo he sermoneado.  Me da más que un poco de pena  Pero lo voy a colocar  en el blog. Me salió del alma y escribí en un “stream of  consciousness.”

Yo soy muy indiciplinado en lo que digo y escribo. No manejo bien las ideas ni las palabras. Tal vez lo único que quise decir es que no se puede ser ético sin ser amigo de los amigos en buenas y malas y Alberto es mi amigo. Y  que no creo que Dios, que estoy convencido  es amigo de sus amigos, se enoje porque se enamoren un hombre y una mujer que no tienen otra pareja.

 

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